miércoles, 13 de febrero de 2008

En estos días extraños


Qué contar… ¿la realidad, las fantasías, los sueños, la verdad?
... Un viejo y querido amigo decía: “en la vida he sido muchas cosas: he sido realista, también comunista y socialista, hasta he sido existencialista y soñador. De todo ello lo único que realmente me ha servido para algo, en esta vida, ha sido eso último”. Hoy lo recuerdo mientras camino y recorro las calles de esta ciudad ajena, ensimismado pensando en aquella frase y me pierdo entre ideas, palabras y personas extrañas sin ser conocido o sentido y me pregunto… ¿cuáles son mis sueños?

Soy reportero gráfico de un periódico local y me dirijo al bar de siempre, el suelo está mojado y los brillos de las luces reflejadas en los adoquines me permiten perderme entre pensamientos. Me siento como atascado, inconforme, deforme, incomprendido…. Entro al local como un autómata extraviado entre sus propios textos e imágenes. Tropiezo con alguien al entrar… Mi padre siempre me decía ¡deja de ser tan elevado!… Me despierta un suave olor a rosas que se aleja corriendo tras ella bajo una leve llovizna que dibuja sus pasos que se pierden al voltear la esquina. Ya dentro del bar el ambiente está más templado. Veo rostros desconocidos sumergidos entre el humo de sus cigarros y el café, y pienso este sitio siempre me ha gustado, nunca vienen los mismos, todos están de paso: como las palabras de un texto de revista que se ojea en el metro. Miro alrededor. Las paredes y los objetos están cubiertos de imágenes fotográficas de los visitantes del lugar…. pero son imágenes sin marco, un encuadre se confunde y se funde en el otro, y en el centro de ellas, siempre… la mirada concentrada de quien descubre tarde una foto robada. Una decoración así es inimaginable, es auténtica. Cada día al entrar, me pregunto ¿cómo lo habrán hecho?, ¿cuánto habrá costado? Y que técnica habrán utilizado… Me siento en mi mesa junto a la ventana y ella se acerca sonriente y amable, como pocos en estos días extraños… me saluda con sus ojos mientras pasa con otro pedido – Simón ya te traigo tu cerveza – le devuelvo la sonrisa, el juego de ojos está planteado de nuevo y justo ahora recuerdo aquella maldita frase… ¿cuáles son mis sueños?

… Parece que de ellos regreso y me encuentro atrapado entre paredes visibles e invisibles, inventadas por mis vecinos, para canalizar el ir y venir de las gentes y los coches, dirigir su caminar mientras sueñan despiertos, andando… y por fin he llegado aquel bar imaginado. Me siento en la mesa de siempre, como todos los días, y aquella guapa mesera me trae la cerveza. Ahora puedo pensar tranquilo y sin distracciones, en el que contar… abro la libreta de apuntes, coloco suavemente la punta de mi lapiz en ella y escribo…

Simón es reportero gráfico de un periódico local camina entre pensamientos hacia su bar de siempre, el suelo está mojado y el brillo de las luces reflejadas en los adoquines, parece alimentar su imaginación entregandole imágenes abstractas llenas de contenidos, recuerdos e ideas. Se distrae más a cada paso, se ensimisma, se contrae en un rostro impenetrable. Caen las hojas, es otoño. Cambia de ritmo, mira al cielo, observa sus propios pasos. Choca con un puesto de mercado de la Rambla, pero continúa a pesar de que el dueño del local le indaga: y a ti ¿que te pasa? ¡tio!.... sin detenerse y percatarse de nada, levanta levemente la barbilla y olfatea en el aire el suave olor a rosas que, al ser derramadas en el suelo, son pisoteadas por la gente al pasar marcando los miles de pasos de los paseantes que le siguen. Luego entra en el bar, allí el ambiente es más acogedor. Se sumerge entre el humo de los cigarros y el café. Ahora se le nota a gusto, su rostro lo advierte, se ha desencogido, mira alrededor, no ve a nadie conocido pero… así es mejor, seguro.
El lugar es maravilloso, las paredes y los objetos están recubiertos de imágenes fotográficas de aquellos que han visitado el lugar. No se percibe claramente donde empiezan y terminan, se confunden y se funden una en la otra, y en el centro siempre la mirada ensimismada de quien mira perdido en sus pensamientos un punto fijo, en un infinito lleno de pensamientos.
Cada día al entrar se sienta en la misma mesa junto a la ventana y ella se acerca sonriente y amable, como pocos en estos días extraños… el le saluda con los ojos mientras escribe en su libreta ¡quién sabe que! … Sofía, la mesera le dice – Simón ya te traigo tu cerveza – el le devuelve la sonrisa, y continúa con sus textos mientras pasa página en aquella vieja libreta en la que apunta todo.

Ahora la cerveza está sobre la mesa y puede verse como las burbujas suben una tras de otra mientras desliza su lápiz capturando sus sueños que uno a uno se dibujan en forma de texto sobre el papel.

Sofía se acerca de nuevo con unas aceitunas y me sirve lo que queda en la botella. Es tan suave su mirada, es tan profunda su sonrisa que el saberla en tal proximidad me vuelve loco y me hace perder el ritmo de todo cuanto hago, escribir, pensar, soñar, y es mejor que ni intente pronunciar palabra. No vaya a ser que diga algo que no me pertenezca. Miro el vaso y justo ahora cae la última gota de cerveza en el, mezclándose y perdiéndose. Levanto la vista y veo dibujada en su rostro aquella sonrisa. Pero sus ojos están sobre el papel y lo que escribo. Y va cambiando el tono de su mirada y sus facciones se extrañan mientras profundizan en el texto. Muevo mi mano sobre la libreta para ocultar mis palabras, pero es tarde.

Sofía quiere ver lo que escribe, ha llevado aceitunas a la mesa y ha visto algo allí que no le deja moverse. Es su nombre combinado entre otras palabras y quiere saber la razón por la que ahora ella pertenece a los pensamientos de Simón. Están congelados, estáticos… no se pronuncia palabra, pero ella quiere leer y él tiene la mano sobre la mesa ocultando la realidad, las fantasías, los sueños, la verdad…

Para mi sorpresa Sofía coloca suavemente la botella vacía sobre la mesa, me mira a los ojos con dulzura mientras se sienta a mi lado. Pone su mano derecha sobre mi rostro, acerca el suyo y me da un beso cortito e intenso pero tierno. Luego, mirando fijamente a mis ojos, me pregunta en ese tono que no da posibilidad de evasivas - ¿Simón que escribes en esa libreta? -